domingo, 7 de julio de 2013

Adolescentes jefes de familia ya tienen casa propia

Dos adolescentes de 15 y 16 años de edad, tras la muerte de sus padres, se han convertido en la cabeza de sus hogares y han asumido el cuidado de sus hermanos menores. Con ayuda de su comunidad lograron concluir la construcción de sus casas y ahora tienen cobijo seguro.

Una de las viviendas se encuentra en la comunidad de Ibuelo y, la otra, en 10 de Octubre, ambas en el municipio de Shinahota. Son parte del programa de Vivienda Saludable y Productiva que beneficia a 797 familias de 17 comunidades del trópico.

Al ingresar a la vivienda de la familia Rojas Vía, los niños se acercan para saludar a los extraños. Explican que cualquier información debe ser con Eulalia, la mayor (15 años), quien no se separa de Zenón, el bebé de un año y cinco meses. Amanda (13); Carlos Manuel (10); Karen (8) Fátima (6) y Rosalía (4) construyeron los marcos con madera de descarte y le pusieron estera para protegerse de zancudos y murciélagos.

Su casa ahora está concluida, fue construida en buena parte por sus papás pero la tragedia sucedió antes de que la terminen. La comunidad asumió un papel muy importante y apoyó a los adolescentes con mano de obra y algún material de construcción.

SAN LUIS En la comunidad vecina de San Luis, por ejemplo, se han construido 104 casas.

Para llegar al lugar se debe ingresar siete kilómetros desde la carretera hacia Santa Cruz (kilómetro 160).

La mayoría de las familias se dedica al cultivo de plátano, aunque en los chacos también se observa cítricos. A ambos lados de la senda, las plantaciones están en plena producción. En esta época las ch’ipas de plátano están cubiertas con bolsas de plástico, los comunarios aseguran que es para proteger al producto de los grillos. Cuando los insectos atacan a la fruta quedan manchas y no sirve para exportación.

La familia Gonzáles Alvarado es una de ellas. Julieta Alvarado invita a la comitiva a visitar cada una de sus habitaciones y cuenta con orgullo que su hermana Giovanna construyó la casa “en persona”. Son tres dormitorios, cada uno mide por lo menos tres por tres metros, la cocina, la sala y el baño.

“Es un sueño complido” dice Julieta y recuerda cómo vivían en su casa de tablones. Debía lavar los platos y la ropa en bañadores en su patio, no tenían baño y no conocían la ducha. Cuando llovía, los niños se embarraban.

Su cocina está reluciente. Para estrenarla, Julieta compró una estufa de cuatro hornillas, vajilla de porcelana y utensilios. Las cortinas son nuevas y adornadas con encaje.

La limpieza es una de las características de todas las casas del programa. En la vivienda de Juan Olivera, el peluquero de Ibuelo, sus dos hijos caminan descalzos para no ensuciar el piso de cerámica que brilla como espejo tras ser trapeado.

Juanito, como lo llaman sus vecinos, es una persona con discapacidad y su esposa, Rosalía Fernández, asumió un papel importante en la construcción de su casa como ayudante de construcción.

Amanda y Carlos Rojas Vía piensan que su casa estaría más linda con pintura, vidrio y con revestimiento de cerámica. En la vivienda de los siete niños el mesón de la cocina está concluido, los pisos están planchados con cemento, las paredes enlucidas con yeso. Recuerdan que la vivienda era la ilusión de sus padres.

Más hogares desean tener techo propio y a su gusto

La sala de reuniones de la Fundación Pro Hábitat de Villa Tunari está llena. Algunos participan, de tiempo en tiempo desde las gradas, están allí por la falta de espacio en el ambiente. Todos llevan consigo folders o archivadores de palanca con solicitudes de vivienda. Son los representantes de las comunidades interesadas en participar del programa Vivienda Saludable y Productiva, en su segunda fase.

Actualmente se realizan las gestiones para concretar la nueva etapa de la construcción de viviendas. La gerente general de la Fundación Pro Hábitat, Antonia Terrazas, informa que son 5.000 solicitudes.

La evaluación la debe realizar la Agencia Estatal de Vivienda.

Los comunitarios están interesados en participar del proyecto porque lo consideran exitoso, ellos han visto las casas concluidas y han sido testigos de todo el proceso, desde la excavación de los cimientos hasta el pintado final.

En la reunión participan los representantes de la federación Carrasco, Yungas, Chimoré, Mamoré, Bulo Bulo y Centrales Unidas.

Ellos aseguran la importancia de repetir el nuevo modelo porque existe un control de parte de los mismos beneficiarios. Cada diseño es diferente y responde a las posibilidades de los comunarios, en algunas casas incluso se han instalado aire acondicionado y luces con sensores.

Los interesados en tener casa propia expresan sus posibilidades de construirlas ellos junto con sus esposas e hijos.

Mujeres y niños se hacen albañiles

Giovanna Alvarado y Rosalía Fernández son dos mujeres que participaron activamente en la construcción de sus casas. Como ellas, más de setecientas tuvieron un papel protagónico en el programa de Vivienda Social y Productiva, ejecutado en el trópico cochabambino.

Una de ellas apoyando a su hermana, la otra a su esposo enfermo, otras a sus parejas para acelerar los trabajos y cumplir con los plazos impuestos en el cronograma de ejecución.

Los niños y adolecentes también asumieron tareas importantes, desde el traslado del material de construcción. Uno de ellos asumió toda la responsabilidad para apoyar a su madre, tras la muerte de su padre.

Los comunarios, la mayoría dedicados a la producción de frutales y coca, reconocen como una fortaleza del proyecto el haberlos capacitado como constructores. Algunos contrataron a maestros albañiles sólo para los acabados o para acelerar las obras.

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