No usan ladrillos, maderas, alambres ni clavos”, expresa admirado Gonzalo León mientras mira la construcción que comenzó a elevarse hace algo más de un mes en la calle Soldado Gil Coimbra, que se encuentra entre las calles 51 y 52 de Chasquipampa de la zona Sur. León está encargado de la seguridad de esa calle y todo el día está pendiente de lo que ocurre en el lugar y sus alrededores.
"Comenzaron hace como un mes y ya están en el tercer piso. Un día vacían la losa y al día siguiente está lista, y comienzan a armar los muros. Es increíble cómo avanzan tan rápido. Sólo están usando hierros y losas de cemento”, añade el cuidador algo desconcertado.
Todos días sigue atento el trabajo de los obreros, ingenieros y arquitectos de la constructora Diccon que construyen la primera casa prefabricada de Chasquipampa. No es el único. Los vecinos también siguen con curiosidad el avance de la obra.
"Vengo a ver cómo avanza la tecnología”, dice uno de los vecinos. Pasan las 10:00 y, acompañado de un perro enorme de aspecto agresivo, se acerca a la construcción, donde una docenas de albañiles trajina desde las 8:00.
La gerente general de la constructora Diccon, Camila Maldonado, que supervisa la obra, explica que la cuadrilla de constructores está trabajando con un novedoso equipo de construcción conocido como encofrado (armazón) de aluminio, que acelera los tiempos en la construcción de viviendas sin sacrificar los aspectos de calidad y seguridad.
Camila tiene 29 años y es ingeniera civil. Hace cinco años, mientras realizaba su maestría en la Universidad de California, comenzó a investigar cómo se podían reducir costos y tiempos de construcción de viviendas, "garantizando su calidad y seguridad”. Entonces se encontró con el encofrado de aluminio.
"Se trata de encofrados prefabricados de aluminio con los que, como el juego Lego, se arman todos los muros interiores, las ventanas y puertas, y, finalmente el techo, lo que muchos llaman la losa. Inmediatamente realizamos el vaciado del hormigón. Al día siguiente sacamos los encofrados y queda la estructura de hormigón armado. Los enconfrados de aluminio los usamos para el siguiente piso y la siguiente casa, porque este equipo dura mucho tiempo”, explica la ingeniera civil.
Camila estudió en Estados Unidos. Regresó a Bolivia hace algo más de un año para aplicar este novedoso equipo de construcción y formó un equipo de profesionales.
"Queremos construir vivienda social digna que, además de implicar calidad, seguridad y accesibilidad, considere todas las condiciones que requieren las personas para desarrollarse, como el acceso a servicios básicos, salud, educación y otros”, dice la joven, para la que el equipo de trabajo es fundamental para lograr objetivos. Por eso se preocupa de mencionar a cada uno de los profesionales que la acompañan: Katherine Mier, Bernardo Soria Galvarro, Mario Lema y Víctor Rodríguez, todos arquitectos, y a Mariluz Calle, ingeniera industrial.
Formando mano de obra
Para poner en marcha esta nueva forma de construcción, la constructora Diccon reclutó a un grupo de albañiles jóvenes para volverlos expertos en la técnica de los encofrados de aluminio.
Brayan Ramírez, Marcelino Chávez y Ebert son parte del equipo y están impresionados por la rapidez con la que prácticamente están concluyendo la obra gruesa: un mes. Los tres dejan un momento su trabajo para contar su experiencia, tan diferente de la construcción tradicional.
"Este tipo de construcción se hace generalmente en tres o cuatro meses, pero con las formuletas y los hierros lo hemos hecho en un mes”, dice Marcelino.
"Se avanza rápido y además el trabajo es más cómodo y no tan duro”, añade Brayan.
"Cuando no vi ladrillos me pregunté cómo se podía construir así, pero me explicaron que se trataba de una nueva forma y me gusta, porque estoy aprendiendo algo nuevo”, continúa Marcelino.
Los jóvenes regresan a su faena, se suman a sus compañeros que están armando los encofrados de aluminio del último piso de la construcción. En la calle, una arquitecta observa y hace algunas preguntas a los encargados de la obra. Le interesa aplicar la técnica en la zona central de la ciudad de La Paz.
Chasquipampa, de la chacra a la zona llena de comercio
Atenta a todo lo que ocurre en las cercanías de su puesto de dulces, doña Celia no repara en responder a todas las preguntas que se le hacen sobre su zona: Chasquipampa.
Vive y tiene su negocio cerca de la parada del PumaKatari, en la calle 36 de Chasquipampa. Llegó a la zona hace más de 30 años, cuando ésta era "una sola chacra”.
"Todo era una chacra. Había choclo, haba y otras verduras, todo se producía por aquí. Pero no teníamos en las casas agua, teníamos que ir hasta la gruta de Copacabana para sacar agua”, cuenta la mujer de cabellos blancos.
"Cuando una se casa no escoge, tiene que ir a donde la lleva el marido. Él compró la casa aquí. Bien harto sufríamos, sobre todo por el agua. A esa vertiente se llegaba por un caminito bien estrecho. Se tenía que subir pegadito a la pared, con un solo bidón de agua, no se podía subir más. Era bien peligroso”, insiste.
Es viuda y asegura que cuando su marido murió fue como "si me desamarraran las manos”. "He comenzado a hacer todo. Construí mejor mi casa y tengo esto”, dice y señala con la mirada su puesto de dulces.
Alrededor de ella se ve un sinfín de negocios, de todos los rubros: tiendas de barrio, de abarrotes, ferreterías, carpinterías, vidrierías, tiendas de ropa, mecánicos y hasta puestos callejeros de dulces y comida.
"En esta zona se encuentra todo. Es paso a Ovejuyo y entrada a Palca, por eso tenemos todo”, señala un hombre que pasa por el puesto de doña Celia.
Pero en Chasquipampa no sólo sobran los negocios, también se ve una gran cantidad de sucursales de bancos, financieras y de otros servicios.
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