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lunes, 13 de junio de 2016
Casas de nuevos ricos en El Alto
Los diamantes hechos de vidrio buscan demostrar su poder económico, mientras que las serpientes y cabezas de cóndores hablan de la procedencia de sus apellidos. Hasta un Transformer encontró significado con un diseño de Óptimus Prime en la fachada de una vivienda cuya familia gusta de la saga de películas. También le permitió diferenciarse de los demás. Los detalles extranjeros, recogidos de viajes, como el uso del dorado, el rojo y el negro, evocan los palacios que vieron en China cuando fueron a traer mercadería.
Las novedosas, coloridas y suntuosas casas que comenzaron a aparecen alrededor de 2008 son un alarde del poderío económico de una nueva clase social de comerciantes aymaras del siglo XXI, que emigró del campo a la ciudad de El Alto y amasó su fortuna a partir de su actividad económical informal, según el libro “Arquitectura emergente. Una nueva forma de construir imaginarios urbanos”, de Yolanda Salazar, publicado por Plural Editores.
Esta obra desvela la razón de ser de las viviendas más llamativas de la actualidad en Bolivia, respondiendo a preguntas tales como: ¿quiénes las habitan?, ¿por qué escogen tantos colores?, ¿qué significado tienen?, ¿cuál es su influencia?
Cuando escribió este libro, Salazar era estudiante de Comunicación Social en La Paz. Actualmente es periodista de la Agencia de Noticias Fides (ANF).
¿Cómo? ¿Museos?
Como ella misma cuenta a ECOS, fue en 2014 cuando el colorido y sobrecargado diseño de estas casas llamó su atención al pasar por El Alto.
Al principio le parecieron una especie de museos, por el colorido de sus fachadas, pero al percatarse de que eran varias las que tenían las mismas→características, empezó a investigar sobre estas construcciones, a cual más colorida y ostentosa.
En ese entonces la nueva y extravangante arquitectura comenzaba a llamar la atención de la prensa internacional, y se hiceron algunos estudios de valoración arquitectónica, pero desde la estética y la forma. Salazar buscó indagar más allá de lo evidente para conocer las razones por las que propietarios y arquitectos, entre otros actores, impulsaban estas edificaciones ahora de moda en El Alto.
Pero el fenómeno se expande y estas viviendas proliferan rápido en otras ciudades de Bolivia e incluso se construyen en Perú.
“Arquitectura emergente”
Salazar basó su investigación en proposiciones del teórico colombiano Armando Silva que estudian los imaginarios urbanos a través de las formas que van adoptando las ciudades. Su campo de acción se enmarcó en la zona de Villa Adela, de El Alto, donde en ese momento encontró 15 edificaciones de estas características, todas ejecutadas por el arquitecto Freddy Mamani.
Ella prefiere encasillarlas bajo el término de “arquitectura emergente” —que atribuye al arquitecto Randoph Cárdenas— antes que los de “arquitectura chola”, “cholets” o “arquitectura cohetillo”, entre otros que considera peyorativos.
Los hallazgos
En su investigación llegó a interesantes hallazgos sociológicos en relación, por ejemplo, a los propietarios y su actividad económica, a los detalles de las construcciones acordes con un estilo propio de vida e identificación con sus orígenes, y a lo complacidos que se sienten los vecinos de tener estas casas más alegres en sus barrios.
La tesis de grado de Salazar que luego se convirtió en libro, identifica a los propietarios como inmigrantes de diferentes pueblos del altiplano o hijos y hasta nietos de quienes fueron a la ciudad de El Alto en busca de mejores oportunidades.
“Su economía está basada en el comercio o en la artesanía o en la confección de ropa. Algunos me comentaron que continuamente viajan para traer mercadería sobre todo de Chile, Brasil, Europa y por supuesto China”, dice la autora a ECOS.
A medida que su economía se va consolidando, lo demuestran a través de fiestas, ferias y con la construcción de sus casas. Aunque —aclara— como estas viviendas son muy costosas, están reservadas solo para quienes tienen una economía sólida.
La ostentación
Salazar explica que los propietarios de estas casas tan lujosas como multicolores no pretenden adaptarse a la clase social alta que en algún momento los ha negado y que tal vez nunca imaginó que ellos podrían alcanzar su misma condición económica. Lo que buscan más bien es diferenciarse de sus propios vecinos, de sus amigos, y consolidarse como el canon de belleza del barrio. “Por esa razón, en algunas ocasiones los propietarios le piden al arquitecto visitar la última construcción que se realizó en el barrio para que hagan una más majestuosa e imponente”.
De igual manera, enfatiza que evidentemente pertenecen a los “nuevos ricos” que en el libro llama “comerciantes aymaras del siglo XXI” porque tienen ciertas características comunes como la inmigración, el derroche en las fiestas, los constantes viajes y la economía informal que cambió su forma de habitar la ciudad de El Alto. Son los mismos que potencian las fiestas participando en ellas y también pasando los prestes.
El “corazón”
Aunque por fuera se ven muy diferentes unas de otras, por dentro la distribución de los espacios es casi la misma en todas, a excepción del uso reservado para el tercer y cuarto piso.
Salazar explica que en la planta baja se construyen tiendas para alquilar a mecánicos, vendedoras de dulces o incluso hasta a comerciantes de regalos que abren solo cuando está previsto algún acontecimiento en el salón de fiestas.
El segundo piso está habilitado para el o los salones de fiestas donde, desde el punto de vista de la autora, se encuentra el “corazón” de la casa, pues allí los propietarios invierten mucho dinero.
El libro de Salazar menciona los detalles de las columnas e implementos como las lámparas y materiales de construcción, que son importados de Europa y de China.
Costumbres andinas
Es muy interesante saber cómo adaptan sus edificaciones a las costumbres andinas; por ejemplo, el piso antideslizante del salón, la cocina y el baño, para evitar accidentes por la cerveza que ofrecen a la Pachamama. También tienen desagües para que por ahí salga la bebida y la mixtura. Los vecinos identifican los salones de fiestas por su olor a cerveza.
Las luces led a control remoto instaladas entre las complejas molduras de la arquitectura hacen que cada salón sea deslumbrante. La conexión de electricidad también debe soportar al menos dos grupos musicales en vivo que se presentan en los acontecimientos sociales.
Más allá de la fiesta
Sobre los salones, los pisos tercero y cuarto pueden estar destinados a oficinas, saunas, canchas de fútbol y, en algunos casos, habitaciones familiares. Arriba, en el techo, hay otra casa —tipo chalet, donde viven los propietarios— que usualmente tiene una terraza.
La autora evidenció que la fachada puede tener hasta siete colores. El naranja, el amarillo o el verde son los más utilizados. Los propietarios escogen los de la gama del aguayo y también le dan un significado: el amarillo y el rojo, para ellos, es riqueza.
Las figuras más utilizadas son la cruz andina y el círculo, a los que cada propietario puede darle un significado distinto. Para unos, la cruz evoca la procedencia de su pueblo, para otros a sus padres o para demostrar su orgullo de pertenecer a una provincia.
Los diamantes hechos de vidrio buscan demostrar su poder económico, mientras que las serpientes y cabezas de cóndores hablan de la procedencia de sus apellidos. Hasta un Transformer encontró significado con un diseño de Óptimus Prime en la fachada de una vivienda cuya familia gusta de la saga de películas. También le permitió diferenciarse de los demás. Los detalles extranjeros, recogidos de los viajes, como el uso del dorado, el rojo y el negro, evocan los palacios que vieron en China cuando fueron a traer mercadería.
Arquitectura “egótica”
Salazar comenta sobre el factor en común de la pretensión de distinguirse de los vecinos y volverse un referente. “Ya no piensan en un bienestar común. Esto me puso a pensar que esta arquitectura tal vez podría ser algo ególatra, que solo demuestre al propietario para ser reconocido, pero en realidad es egótica”, afirma refiriéndose a la palabra utilizada por Fernando Untoja, docente de la Carrera de Economía de la UMSA.
La arquitectura egótica denota la rivalidad entre aymaras, donde la convivencia armoniosa ya no es tan importante. Estos propietarios deben demostrar que uno es mejor que el otro, por eso construyen una casa más grande, con más detalles, con más colores, con más pisos que el otro, demostrando una individualización de las personas y de las familias con valores ancestrales como el ayni (donde se piensa en la comunidad más que en uno mismo). Con el tiempo esto ha cambiado y viven la modernidad a su modo, según el análisis de la autora.
“Estas casas pretenden ser un hito arquitectónico en el espacio que habitan, para que todos sepan que una persona procedente de una provincia autoidentificada como aymara llegó a tener una estabilidad económica y que la pudo ostentar”, dice Salazar.
Cada casa, un legado
“Arquitectura emergente. Una nueva forma de construir imaginarios urbanos”, el libro de Plural, relata cómo los propietarios de estas viviendas proyectan una construcción por hijo, para heredársela como una forma de darle un “colchón económico”. Su idea es que no “sufran” lo mismo por lo que ellos tuvieron que pasar para llegar al lugar donde están.
Esto también se traduce en una responsabilidad para los hijos, de tal manera de continuar con los negocios familiares y sacar adelante la casa sin olvidarse de su procedencia.
En general, la percepción del vecindario es buena. Los vecinos perciben que estas residencias dan alegría y estatus al barrio; ellos quieren llegar a tener una así, para ser reconocidos. Por lo tanto, están de acuerdo con que se vayan multiplicando en la ciudad.
Sobre la percepción de los arquitectos, hay dos corrientes. Por un lado, los que hacen este tipo de diseños creen que es una manera de mostrar la identidad de los aymaras y consideran que está innovando y aportando a la arquitectura boliviana. Por el otro, según la autora del libro, están los que piensan que es una mera conjunción de colores y detalles sin sentido donde el arquitecto impone a los dueños de las casas sus ideas. Además, estos creen que las viviendas presentan una mala distribución de espacios.
Yolanda Salazar, a mano alzada
Yolanda Salazar Molina tiene 23 años. En 2015 defendió su tesis en la carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo” y la escogieron para publicarla, convirtiéndose en la segunda obra de esa carrera en el marco de un convenio con Plural Editores.
Hizo una pasantía en la Agencia de Noticias EFE y trabajó en Página Siete. Actualmente es periodista de la Agencia de Noticias Fides.
El libro tiene un costo de Bs 60 y se lo puede adquirir en la librería Rayuela de Supermercados SAS (Sucre) y a través del Facebook: Yolanda Salazar. O escribiéndole a la autora: yolanda.salazar.molina@gmail.com.
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