domingo, 21 de febrero de 2016

Estafa Anticretico En una semana perdió el dinero que ahorró en más de 10 años

“Todo era para el anticrético”. Reducía tanto los gastos en su hogar que casi no compraba ropa, evitaba salidas e incluso alguna vez privó a su hijos de comer. A ese ritmo, en 10 años, Lucía F. acumuló unos 20 mil dólares que le fueron arrebatados en menos de una semana por un falso arrendatario.

Su caso es solo uno de muchos que comenzaron con la búsqueda de un techo provisional en Cochabamba y culminaron con la pérdida del ahorro “de toda la vida”.

Esta mujer de 40 años vivió más de una década en alquiler, y como al tercer año se dio cuenta de que trabajaba solo para el dueño de casa, decidió “ajustarse más los pantalones” y ahorrar para un anticrético.

Sabía que su decisión no se ejecutaría a corto plazo, considerando que tomar en anticrético una propiedad emplazada en una zona “mínimamente céntrica” sobrepasaba los 15 mil dólares. Aún así, empezó a ahorrar.

Durante ese período de austeridad, recuerda que no estaban admitidos los paseos al parque, la compra de ropa y menos las comidas en la calle.

Cuando estaba a punto de reunir la cantidad necesaria, al cabo de nueve años, empezó la búsqueda de un anticrético.

Compraba el periódico casi a diario, pero abundaban más los avisos de las inmobiliarias, “esos que sacan su tajada” y ella no tenía mucho dinero para pagar comisiones. Su objetivo era encontrar avisos sin intermediarios.

Hasta que encontró la oferta que esperaba. “Casa en anticrético, zona este. Referencias al tantos, tantos, tantos”, recuerda.

Llamó al teléfono celular y concretó una visita a la casa ubicada por el Servicio General de Identificación Personal (SEGIP).

El supuesto dueño de la casa, un hombre de unos 40 años, le mostró la vivienda y -como en casi todos los casos de estafa- le dijo que habían muchos interesados.

Estaba convencida de que esa era la casa que estaba buscando, pero el estafador pedía 25 mil dólares. Ella solo tenía un poco más de 19 mil.

Lucía le confesó al hombre que le faltaba dinero y para no perder la oportunidad ella le ofreció adelantarle todo lo que tenía en una semana.

Él aceptó, pero a cambio le pidió que le diera tiempo para desocupar la casa. Al día siguiente, el estafador llamó insistentemente a Lucía para firmar un contrato que él se ofreció a elaborar.

Como la mujer no sabía nada al respecto, pidió asesoría a un abogado conocido que concluyó que el documento privado parecía estar en regla.

Tras la firma, en no más de siete días, completó el pago y siguió en contacto con el estafador, por lo menos dos semanas más.

Él prorrogaba el día para desocupar la vivienda, dejó de contestar el celular, luego lo apagó y finalmente desapareció.

Ante la desesperación, Lucía recuerda que habló a todos los vecinos para preguntarles sobre el paradero del supuesto dueño.

Entonces se enteró que la persona con la que hizo el trato era solo un inquilino que vivía en alquiler.

Lucía presentó su denuncia. La situación sería diferente si hubiera seguido el proceso establecido por la ley que, entre otras cosas, implica visitar Derechos Reales para saber la situación de la propiedad.

En 2015, apenas 174 personas de Cochabamba siguieron el proceso, 10 por ciento menos que en 2014, según un reporte de estadística de Derechos Reales.

El delegado del Consejo de la Magistratura, Jhonny Rocha, dijo que casos vinculados a la anticresis se abordaban cuando aún funcionaba el Centro de Conciliación del Tribunal Departamental de Justicia.

Se conoce que más del 50 por ciento estaba vinculado a inquilinatos tanto en alquiler como en anticrético.

MÁS CASOS

Hay otros casos en los que los mismos dueños de casa se quedan con parte del capital del anticresista.

Por ejemplo, a Humberto O. le devolvieron menos dos mil dólares. “Se aprovecharon de mi edad”, dijo este hombre de 70 años.

Cuando se cumplió el plazo del anticrético, el dueño de casa les dijo -a él y a su esposa- que no juntó el dinero total, luego apareció con el monto parcial y quedó en deberles.

Un tiempo después los echó de la casa y les dijo que no saldaría la deuda porque lo usaría para hacer reparaciones en la vivienda.

En criterio de Humberto, la retención no justificaba, pero aceptó porque su estado de salud no le permitía lidiar más con ese tipo de personas. “Habría sido peor que no nos quiera dar nada del dinero”, dijo resignado.

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