lunes, 19 de octubre de 2015

“En 2030, el 70% de la gente va a vivir en las ciudades”



CAPITALES (C). ¿Qué rubros aconsejaría impulsar para generar desarrollo en la economía de las provincias?
David Torres (DT). Yo aconsejaría desarrollar tres rubros fuerza por región, para repetir la experiencia de los Lípez, por ejemplo, que impulsaron la quinua, los camélidos y el turismo. En el Chaco chuquisaqueño puede ser el queso chaqueño, la miel y los cultivos de cereales o el ganado.
Hablaba con el Gerente de la Mancomunidad Chuquisaca Centro y le decía que yo entro a Padilla o El Villar y no encuentro, como ícono, unos cántaros de chicha o el ají, algo que identifique a la región. O sea, ¿cuál es el escudo de esta zona? No hay. Claro, no es cuestión de escudos, sino de marca. ¿Cuál es la marca de Chuquisaca Centro? ¿Y de las demás regiones?
Desde mi experiencia, para generar desarrollo económico en una región se debe tener sentido de pertenencia, de los habitantes y de su propia producción, que les identifique.

C. ¿Cómo se puede dinamizar un municipio como Sucre, que está cada vez más ruralizado?
DT. Lo primero es el sinceramiento: Yo creo que en los siguientes 40 años, Sucre no va a tener otras industrias, no va a tener cuatro o 10 Fancesa. Hay mucho emprendedurismo familiar y debería generarse una articulación urbana-rural. Porque, ¿qué vamos a hacer con toda la gente que ha llegado a la ciudad? Definitivamente, Sucre puede ser una ciudad de servicios muy interesante, pero si generamos esa capacidad.
¿Qué podemos ofrecer como ciudad? Mucha gente cuando viene dice “me gusta lo colonial, la tranquilidad”, pero si seguimos atiborrando la ciudad de motorizados, será lindo pero no valdrá la pena estar mucho tiempo aquí. Se convertirá en una locura.
Entonces, yo creo que se puede incentivar la microempresa, pequeñas iniciativas desde la alimentación; por ejemplo, apoyar la agricultura orgánica para pequeños productores en las zonas periurbanas, o generar toda una red de comida sana, de agricultura urbana, orgánica y de consumo responsable, que podría dar trabajo a los jóvenes. Para esto, la Alcaldía debería promover incentivos, por ejemplo, rebajando impuestos; mientras el municipio cierra los ojos a este tipo de emprendimientos, es bien difícil, porque seguimos estancados en el turismo, los chocolates y los sombreros.

C. Chuquisaca tiene las condiciones para producir sus propios alimentos, pero los importa. ¿Hay una fórmula para cambiar esta situación?
DT. Es preocupante. En Bolivia se importa limón, papa, cebolla... ¡un país productor como el nuestro está importando alimentos! El ají que tenemos en Bolivia ya no es solamente boliviano, sino peruano. Hemos llegado a extremos.
Yo creo que tenemos que desmitificar algunas cosas. A muchos les atormenta la idea de que Bolivia sea cada vez más urbana que rural; la realidad es que mucha gente del campo se ha ido a las ciudades, donde trabajan como mano de obra barata, y no hay quién produzca. Y la tendencia es que las ciudades se urbanicen todavía más: en 2030, yo le aseguro que el 70% de la gente va a estar viviendo en las ciudades. El problema es que tenemos un contrasentido: hay demasiada inversión en el área rural para muy poca gente. Se ha puesto demasiada infraestructura en el área rural cuando en las áreas periurbanas no tenemos; hay más problemas de saneamiento en el área periurbana que en algunas comunidades rurales. Entonces, tenemos que cambiar el chip, reconocer que así va a hacer.

"Hay mucho emprendedurismo familiar y debería generarse una articulación urbana-rural (...) Sucre puede ser una ciudad de servicios muy interesante, pero si generamos esa capacidad".

C. Entonces, ¿qué hacer a nivel periurbano y en el área rural?
DT. Yo diría que en el área periurbana hay que concentrarse en los servicios básicos, posiblemente en agricultura urbana con un programa serio. Y a nivel rural, inversión inteligente, en el sentido de que debemos impulsar la producción que genere utilidad.
En Río Chico se producían varios productos, por ejemplo palta. Se ha convertido en lugar de descanso pero, ¿quién reemplaza a Río Chico? Nadie. Entonces, cada vez la palta es más cara porque ya no hay quién la produzca. Si en cada región no tenemos un programa que reactive las unidades abandonadas, que generen utilidad… Mire, yo estoy convencido de que si un rubro no genera utilidad, va a ser dejado. La gente tiene que ganar plata, tiene que vivir de algo. Y las pequeñas parcelas no dan.
Primero hay que sincerarnos, reconocer que va a haber menos gente en el área rural y, después, tecnificar para tener más producción.

C. Viendo esa tendencia, ¿se puede hablar de una agricultura en vías de extinción?
DT. Con una tendencia de la migración, es evidente. En el mundo, estamos hablando de ver si podemos comer insectos, porque no hay capacidad productiva. El problema del agua es mortal, y Chuquisaca y Bolivia no están exentos. Lo de la agricultura es un problema global, nuestra dependencia de importación de alimentos es cada vez mayor: en un rubro avanzamos y en otros disminuimos.

"El problema es que tenemos un contrasentido: hay demasiada inversión en el área rural para muy poca gente, se ha puesto demasiada infraestructura en el área rural cuando en las áreas periurbanas no tenemos".

C. ¿Qué opina del funcionamiento actual de las OECAs?
DT. Ha sido interesante el proceso de conformación de las Organizaciones Económicas Campesinas (OECAs), pero hay que ver extremos. Hay OECAs que se han hecho famosas en base a la subvención: veinte años de subvención y la OECA producía y exportaba; se cayó la subvención, ya sea estatal o externa, y se cayó también la OECA.
La OECA es un intermedio entre una empresa que paga impuesto y una organización social, y algunas organizaciones campesinas tuvieron dificultades a la hora de vender los productos porque no podían facturar, no estaban normalizadas; y, en el momento de normalizarse, empezaban a tener otro tipo de gastos y no tenían mucha rentabilidad.
En el global, se ha avanzado. En el caso de Chuquisaca, se ha apoyado a una gran cantidad de OECAs y han sobrevivido las que más experticia desarrollaron. En Chuquisaca Centro, por ejemplo, hay OECAs que se han logrado especializar en ají y en otros rubros. Pero, yo pienso que la OECA no debe solamente especializarse en un solo rubro porque pierde precio y la OECA hasta ahí llegó. Entonces, siempre debe estar en la innovación, en generar valor agregado, en otro tipo de cultivos, pendiente del mercado. El ejercicio de agruparse como OECA debe quedar, no solamente regirse a un rubro sino el ejercicio de organizarse, producir y comercializar.

C. Usted es miembro de la Asamblea General de la Fundación Nor Sud, ¿cuál es su criterio respecto a las nuevas relaciones del Gobierno con las organizaciones no gubernamentales? ¿Las ONG no son más necesarias en Bolivia?
DT. Yo creo que tenemos que ver dos cosas: oportunidad y temporalidad. Hace 20 años el Estado no llegaba a las comunidades y entonces la sociedad organizada atendía este tipo de demandas comunales, regionales; suplía al Estado. Pero, a partir de 2006 es el Estado el que empieza a manifestarse en todas las regiones. Incluso antes, en 1994, con la Participación Popular, el Estado se aproxima a las secciones municipales y empieza a generar desarrollo local, comenzando con salud y educación, y entonces las ONG van reforzando esa parte, pero ya no como principal labor.
En este nuevo escenario, el Estado ocupa casi todos los rubros. ¿Qué les toca a las ONG? Yo creo que hay temáticas que el Estado no está viendo, por ejemplo derechos de la niñez, discriminación de la mujer, violencia intrafamiliar. Yo creo que el rol de las ONG, obviamente, se ha reducido porque el Estado ocupa su lugar y está bien, me parece interesante.
Ahora, debe haber un grado de maduración de las ONG para cumplir un nuevo rol, de acompañamiento, de viabilizar la misma inversión a nivel municipal: tenemos algunos municipios que no logran ejecutar sus presupuestos. Creo que el nuevo escenario es aliarse, utilizar la capacidad instalada de las ONG, ejecutar recursos que el Gobierno no puede ejecutar de una manera más rápida.
Obviamente hay resistencia, todavía nos gusta a las ONG hacer lo que hacíamos hace 20 años; es nuestra experticia, sabemos hacerlo, pero creo que hay otro escenario político y económico.

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