Y todo cambió para siempre desde aquellos Juegos de Barcelona 92. Los catalanes, hábiles para hacer buenos negocios, comprendieron que no tenía sentido invertir cientos de millones en estadios, sedes olímpicas, villas que quedarían desiertas apenas cuatro semanas después del encendido de la llama olímpica en el Montjuic barcelonés. Entre 1988 y 1992 Barcelona se transformó urbanísticamente, pero, sobre todo, quedó plantada ante Europa y el mundo como referencia global para negocios y servicios de alto valor agregado: diseño, tecnología web, turismo masivo y de élite, punto de encuentro de grandes convenciones.
El Reino Unido virtualmente copió ese modelo y, 20 años después, tras Londres 2012, no para de ganar dinero de la mano del modelo de negocios desarrollado tras la vitrina del London Legacy. De hecho, crearon una empresa nacional puramente enfocada a desarrollar, detrás de la mampara de los Juegos Olímpicos, negocios, desarrollos urbanos y planes sociales que irán más allá del 2030. Es la London Legacy Development Corporation, encargada también de exportar ese know how que mezcla desde la capacidad de desarrollo de megaestadios con bajísimo impacto ambiental hasta la implantación de empresas británicas en las nuevas locaciones de grandes juegos deportivos. Puertas adentro, la “ganancia” central del Legado Londres 2012 está en el desarrollo social, el deportivo y la explotación del turismo.
Cuando no pasaron 12 meses del final de los juegos londinenses, las empresas británicas llevan ganados 60 contratos para los juegos de invierno de Sochi, ya firmaron contratos por algo más de 100 millones de libras para los Juegos Olímpicos de Río 2016 y tienen un proyectado en la London Legacy Development Corporation de 13.000 millones de libras en beneficios económicos como piso, hasta el inicio mismo de Río 2016.
En una oficina interminable entre pasillos infinitos del Foreign Office (la Cancillería británica), la titular de la Olympic and Paralympic Legacy Unit, Emma Boggis, explica esa estrategia sencilla y eficiente: pasar previamente por la lente del desarrollo de negocios, la transformación urbanística, social y económica todas las inversiones e iniciativas que desembocaron en Londres 2012. Es decir, no construir un estadio y luego ver qué uso posterior puede encontrarse, sino pensar en los cambios urbanísticos y sociales permanentes y en negocios concretos con plazos de años, antes de poner en marcha una sola máquina de fabricar el cemento que insumirá cada estadio.
Ahora Brasil, que tuvo de parte del Reino Unido un trato de privilegio antes, durante y después de Londres 2012, está replicando buena parte de esa estrategia.
Estrategia
J Bajo la misma estrategia de “primero el futuro, después el presente”, se construyeron los principales estadios, la villa olímpica y el centros de prensa en un espacio que, apenas semanas después de terminados los Juegos del 2012 comenzaron a ser desmantelados casi en su totalidad para levantar allí una nueva Londres que, desde el verano nórdico del 2013, mezclará complejos de viviendas, centros de negocios para nuevas compañías de alto valor agregado, la refuncionalización de los íconos de los Juegos como el Estadio mayor o el Velódromo y, sobre todo, la eliminación de esa barrera “Oeste rico, Este pobre”.
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