Una puerta lleva a otra, y ésta a otra más. Los pasillos suben, bajan y las puertas proliferan. En cada recoveco hay una. El piso de este laberinto tiene uno que otro charco. No es la lluvia, es el agua de las prendas que cuelgan de las decenas de alambres instalados para este fin.
Los vecinos de la Asociación 12 de Octubre, conocido comúnmente como ex Garaje Romero, habitan esa miniciudad de calles con pasillos de no más de dos metros de ancho y paredes pintarrajeadas. Un túnel y luego un patio con piso de cemento en el que sobresale un poste para energía eléctrica dan la bienvenida a quien llega al lugar, en la calle Murillo, entre Paredes Candia y Belzu.
En este sitio, que tiene más de un siglo y que para quienes no radican ahí es un conventillo, viven 350 personas que integran 53 familias y que siguen una organización vital para mantener el orden.
Cada vivienda, explica Lola de Hermosa, de 76 años, tiene un medidor de luz independiente, pero el agua se paga entre todos. Hay dos medidores que registran el consumo.
El total de la factura se divide por el número de familias. Los centavos quedan para un pozo común que permite pagar cuentas atrasadas.
La convivencia entre tantas personas que no están unidas por lazos sanguíneos a veces presenta inconvenientes. Por ejemplo, no faltan los vecinos que en la noche sacan la basura a la puerta de su vivienda. Como éstas están una al lado de la otra, al día siguiente el olor de los desperdicios suele apoderarse de algunas de las zonas.
“Lo peor de todo es que ese olor está cerca de mi casa y tengo que soportarlo”, dice un vecino que prefiere no identificarse.
No todos tienen baño en sus viviendas. Carmen Esteban, de 71 años, quien se encuentra delicada de salud, es una de ellas.
La mujer, que vive junto a su hijo menor de 26 años, se levanta con frecuencia en las noches para ir a un baño común. Se arropa para combatir el frío y sube una decena de gradas para llegar al inodoro que comparte con dos familias.
El lugar no tiene ducha ni menos tina. Por eso para bañarse ella busca duchas públicas. No es fácil cuando falta el dinero, dice.
El ex Garaje Romero no es la única casona de la ciudad en la que viven centenares de personas. En la calle Jenaro Sanjinés, entre la Indaburo y la Sucre, una construcción de una media cuadra alberga en su interior a 250 personas de 25 familias.
Los pasillos y las puertas también resaltan en este lugar en el que además funciona un taller eléctrico y una carpintería. Al ingreso, un puesto de comida atendido por doña Jesusa ofrece ají de fideo y guisos.
No se sabe a ciencia cierta cuándo fue construida la casa. El dirigente de la directiva, Víctor Moldes, de 49 años, asegura que se remonta a la fundación de La Paz. Cierto o no, hay algunas familias que ya llevan 10 generaciones viviendo en este lugar en donde los vecinos no pagan alquiler, pese a que el recinto tiene un dueño.
Al igual que lo que ocurre en la Asociación 12 de Octubre, la organización en la casona de la Jenaro Sanjinés es vital y el trabajo de la directiva, de ocho personas, es clave.
“Desde lo más simple hasta lo más complicado se tiene que resolver entre vecinos. Somos como una gran vecindad en la que los problemas se deben resolver juntos”, indica Moldes, sin levantarse del suelo mientras fabrica un mueble que alguien le pidió. Él es el dueño de la carpintería que está al inicio de la casa.
Si ahora la organización es clave para la convivencia, antes lo era más, cuando una sola pileta instalada en uno de los patios suministraba el agua para la vecindad y la gente debía compartir un solo baño.
Actualmente, la mayoría de las viviendas tiene baño privado, agua y su propio medidor de energía eléctrica. Hay algunos que se unieron para compartir la luz y el agua, “y muy pocos comparten baños”, según Moldes.
Vivir en estos sitios es cómodo para esta gente, que asegura que cuando muera dejará la vivienda para su próxima generación. Así, estos conventillos seguirán perdurando en el tiempo.
Más detalles
Zonas En los alrededores de la plaza Murillo, la iglesia de San Francisco y el mercado Rodríguez se observan todavía varios conventillos. En la calle Yungas hay un conventillo que data de 1809.
Actividad Hay algunos conventillos que en vez de familias albergan comercio. Es el caso de un inmueble que está en la calle Sucre, entre Sanjinés y Yanacocha donde operan imprentas y otro en la calle Bueno, entre la Potosí y Juan de la Riva, que es usado para centros de llamadas y fotocopiadoras.
Curiosidades En la Asociación de copropietarios 12 de Octubre vive uno de los integrantes de un conocido grupo musical de cumbia. Según vecinos, en el lugar también radicó un jugador que ahora milita en The Strongest.
RecordatorioLa historiadora María Luisa Soux en una entrevista anterior con Página Siete, recalcó que muchos de los conventillos fueron construidos en los albores del siglo XX, bajo “la idea del liberalismo del progreso”, sostuvo.
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