Si los chiquitanos tienen como principales atractivos los monumentos dejados por los jesuitas y la belleza natural de su paisaje, en San Javier, además de su templo, las aguas termales y su inigualable topografía, hay casonas que adornan la campiña y no desentonan, desde hace 100 años, con la exuberante flora y serpenteantes riachuelos de aguas cristalinas que bajan de las colinas y bañan hermosos valles.
Dos de estas construcciones, El Torno y Santa Ana, la primera cuya construcción data de hace cerca de 100 años y la segunda de 80, pertenecen a Natalia Pereyra y su esposo, Luis Alberto Torrico, y a Óscar Ciro Pereyra. Los creadores de ambas casonas fueron don José Antonio Zarco (tatarabuelo de los actuales propietarios) y don Benjamín Pereyra (bisabuelo).
Luis Alberto (Jimmi) Pereyra y Raúl Mayser Zarco, gentiles guías e informantes de la historia de ambas construcciones, relatan que El Torno fue siempre una propiedad agrícola ganadera pero con el aditamento de que allí se fabricaban desde zapatos para los familiares, pues existían curtiembres. Se molía caña en tres trapiches y se fabricaba azúcar morena que luego se refinaba allí mismo, mediante métodos rudimentarios para comercializarla en Santa Cruz de la Sierra.
Comentan que para el traslado desde San Javier a la ciudad, se utilizaban hasta 15 carretones, cada uno con tres yuntas (parejas) de bueyes que cargaban las hormas de barro hasta su destino. En El Torno vivían hasta 100 familias cuyos miembros desempeñaban las distintas actividades productivas del predio. La mayoría de estas personas ahora es propietaria de terrenos cedidos por los dueños a sus trabajadores que forman la comunidad Las Mercedes.
Las edificaciones, a unos 12 kilómetros de San Javier, mantienen su vieja y original estructura, y El Torno fue restaurada respetando el diseño y característica antiguos. Posee amplias galerías por dentro y fuera y los arreglos se hicieron en el techo conservando incluso las tejas.
Como reliquias se mantienen algunas de las hormas utilizadas, una enorme tinaja de barro con una inscripción del año 1913 y otra vasija de 1930. Un instrumento para hacer hilados, una vieja maleta de cuero, una pintura de San Francisco de Asís que muestra al fondo el templo de San Javier en su estructura frontal original, y otros elementos antiguos que adornan los ambientes de la casona.
Jimmy Pereya, que en la práctica es el encargado de ambas viviendas, habla de sus antepasados y del amor que los actuales propietarios tienen por la tierra que trabajaron sus antepasados.
Lo mismo refiere Hernán Soto, un mayordomo que nació y se crió en Santa Ana y que conoce a fondo el esfuerzo de los fundadores para levantar estos dos atractivos javiereños.
Estuvieron en otras manos durante varias décadas
Antes de volver a manos de los sucesores, las dos propiedades estuvieron en manos de otras familias y hace pocos años fueron adquiridas por sus actuales dueños con la intención de hacer que retornen viejas actividades y ambas recuperen su señorial presencia en la campiña de la provincia Ñuflo de Chávez, en el municipio de San Javier.
Natalia Pereyra confiesa que, en realidad, los dueños de las dos casonas y el terreno son todos los miembros de la familia que siempre han demostrado su cariño por el patrimonio dejado por sus antepasados.
En El Torno, dice Jimmi Pereyra, se desarrollaron actividades mineras, pues bajo un añoso árbol se explotaba oro cerca de un riachuelo. “Pero de eso hace muchos años”, aclara, porque ahora solo queda el arbol y no hay señas de lo que fue la mina.
No se atreve a precisar un posible precio de las casonas pues el valor que ellos les dan es más sentimental que económico.
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