Kilamba, una ciudad satélite de Luanda, la capital angoleña, tiene cientos de edificios sobre las grandes avenidas que surcan sus más de 5.000 hectáreas, jardines muy cuidados y escuelas para todas las edades, pero está prácticamente desierta.
Cada esquina tiene su farol para iluminar hasta donde empieza la luz del siguiente, y luego otro más, en una simetría perfecta que se prolonga durante varios kilómetros.
Sin embargo, se ilumina el vacío: miles de departamentos están desoladamente desocupados, en lo que hoy parece el fracaso de una utopía pensada por los gobernantes angoleños para aliviar la presión demográfica de la capital, pero con un único resultado real, el de empobrecer las arcas del Estado.
Desde un punto de vista financiero se puede decir que Kilamba no costó un dólar, porque quienes la construyeron fueron los chinos mediante el China International Trust.
Pero a cambio obtuvieron en petróleo el equivalente a 3.500 millones de dólares, de modo que de cualquier forma el dinero salió de la disponibilidad del Estado, hoy único accionista de Kilamba.
Nacida para albergar medio millón de personas, Kilamba tiene hoy una población de pocos miles de individuos y los únicos espacios comerciales ocupados son los utilizados para los servicios públicos.
Por lo demás, nada: ningún supermercado, ningún negocio, ningún local público.
En medio de la nada
La nada total. Según las estadísticas del sitio web Afriquinfos, de los 2.800 departamentos construidos, apenas algo más de 200 fueron vendidos y ocupados.
El resto está vacío, al igual que 750 edificios de oficinas, 100 locales comerciales, una docena de escuelas totalmente equipadas y listas para recibir a miles de estudiantes.
Evidentemente, cuando Kilamba fue pensada y proyectada se esperaba que pudiera albergar al menos a la crema de la burocracia estatal angoleña, tal vez deseosa de abandonar la caótica Luanda, asediada por barriadas pobres y con una contaminación atmosférica fuera de control.
Pero pocos se dejaron seducir por la propuesta y la mayoría prefirió quedarse en la capital, donde al menos hay innumerables opciones para salir y comer afuera y a costos accesibles.
Además, otro detalle -en absoluto secundario- parece frustrar toda ambición de asentarse en Kilamba: en la nueva ciudad los precios de los departamentos van de 120.000 a 200.000 dólares, en un país donde dos tercios de la población ganan por día el equivalente a dos dólares.
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