La Paz es una ciudad pintoresca de subidas y bajadas, calles estrechas y amplias avenidas. Pero también se distingue por encontrarse en un cañón rodeado de montañas de gran altitud y montes menos elevados donde se construyen cientos de viviendas que bordean el precipicio.
El desorden urbanístico de la ciudad obligó a construir viviendas en las cuchillas de un cerro, que se distribuyen en diferentes barrios de la ciudad, principalmente en las laderas.
Vivir en esas circunstancias, comentan los vecinos, tiene la ventaja de poder ver paisajes únicos desde sus ventanas, pero también significa una amenaza en temporada de lluvias, por el riesgo de un deslizamiento del talud que los sostiene.
“Cuando llega la temporada de lluvia es una preocupación para nosotros, pero también te acostumbras, porque ninguna casa nos tapa el sol y porque disfrutamos de un lindo panorama”, dice Miriam Noguer, quien vive hace 30 años en su casa ubicada en la zona de Miraflores.
Para evitar que el terreno ceda, con la consiguiente caída de la construcción, el arquitecto Raúl Gómez recomienda controlar el flujo de las aguas por medio de drenajes y canalizaciones.
“Nunca tuve problemas con mi casa, pero reconozco que mis hijos perdieron muchas pelotas por patearlas hacia el precipicio”, cuenta Ricardo Romero, un vecino de Alto Obrajes.
Estas viviendas no pasan inadvertidas. Son parte del sello de esta ciudad, única por ser una hoyada.
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